Desde pequeña he tenido la oportunidad de ser una gran espectadora del folclor chileno, mi familia es casi un conjunto folclórico profesional. Siempre para las juntas familiares cantábamos unas cuantas cuecas y tonadas, era algo que reconfortaba el alma, me hacía sentir orgullosa de mi familia. Una de las cosas que más lamento es que cuando pequeña yo era muy tímida y no me atrevía a bailar o a cantar sola aquellas cuecas que me gustaban, pero sí amaba escuchar y ver a mis tíos y primos mayores que lo hacían espectacular.

En el año 2012 entré a un conjunto folclórico en la universidad Inacap de Temuco, en donde conocí jóvenes que amaban la cueca, además de cantar y participar en eventos de ésta categoría. Era el mundo en el siempre había querido participar. Se me fue difícil tomar confianza, pero gracias a los amigos que hice ahí, me sentí muy apoyada y pude sacarme esa timidez y cantar a todo pulmón y aprender a bailar, aunque no fuera el mejor baile, pero eso no importaba, porque para el conjunto folclórico lo importante era la alegría y el disfrutar de nuestras raíces.